martes, 25 de noviembre de 2008

EL DEBER DE UN EDUCADOR

En ocasiones se plantea la cuestión de quién debe educar y quién tiene que aprender. A primera vista, los educadores son los profesores y padres, y de forma subsidiaria el Estado y las comunidades autónomas, y los educandos son los alumnos e hijos. Pero esto no es totalmente cierto. Los profesores y padres aprendemos mucho de los alumnos y éstos nos orientan y ayudan en la tarea educativa. Es decir, todos somos educadores y educandos a la vez. De la palabra educación podemos considerar dos significaciones etimológicas: educar procede de la palabra latina ‘educare’, que significa “alimentar, criar, nutrir”, y de ‘educere’, que equivale a “sacar de” y “extraer”.De acuerdo con la primera significación (educare), el acto de educar es instruir, informar y transmitir conocimientos. La labor del educador (profesor y padre) es ponerlo todo desde fuera, llevar la dirección del proceso. Esto es una parte de la educación.Partiendo de la segunda etimología (educere), la educación es sacar del educando todo lo bueno y positivo que hay en él, desarrollar sus propias capacidades y crear las condiciones ambientales, familiares y personales para que esto se produzca.






La metodología más acertada es el interrogatorio, por el que se plantean preguntas y se espera que el educando busque las respuestas adecuadas y vaya elaborando su propio criterio y ciencia. Este método no es nuevo y lo utilizó ampliamente el filósofo griego Sócrates.También conviene analizar los conceptos de autoeducación y heteroeducación. El auténtico protagonista de la formación es el educando (autoeducación), porque nadie puede ser sustituido por otro en su proceso educativo. Pero a la vez, los educadores prestan una ayuda y orientación importante en el proceso educativo (heteroeducación). Esta ayuda, llevada a cabo fundamentalmente por los centros educativos, facilita la adquisición de conocimientos. Hay una estrecha relación entre el estímulo de orientación y dirección, y el protagonismo educativo del educando. Pero el estímulo “debe ser una educación para la autoeducación” (M. Sciacca). La educación es como una participación dirigida del alumno o hijo. La participación hace referencia al educere (sacar de) y a la vez es dirigida y orientada (educare).¿Cuál es la tarea del educador? Podríamos resumirla en esta ley: “Toda ayuda innecesaria es una limitación para quien la recibe”. Dicho de otra forma: todo lo que pueda hacer el educando no debe hacerlo el educador. Que sea el propio chico el que busque las razones de las cosas y aprenda a pensar.Para facilitar la autoeducación hace falta conocer las necesidades y las posibilidades de cada educando, es decir, comprenderlo. A su vez, el educador ha de respetar y orientar positivamente al chico, es decir, ha de ser comprensivo y exigente.Antes estaba de moda el educare (dirigir, instruir) y ahora el educere (sacar de y aprender con autonomía). Pero cada aspecto por separado es una visión parcial del quehacer educativo y por tanto una reducción. La verdadera educación es la síntesis de los dos verbos latinos educare y educere, referidos al educando como protagonista de su formación, con capacidad de aceptar y buscar ayuda de los educadores, tanto padres como profesores.






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